Años antes de llegar a Al-Anon, me sentía perseguida, primero por mis propios pensamientos negativos y segundo por el abuso verbal al que me sometía mi esposo alcohólico. El abuso continuó durante 18 años. Nos conocimos durante el último año de la escuela secundaria y, al principio, éramos mejores amigos. Fuimos a la universidad juntos y nos íbamos de fiesta juntos, pero años más tarde, tras nacer nuestro hijo, el efecto de la enfermedad se manifestó en cada decisión y discusión que teníamos. Yo sentía que vivía en una institución mental, y me estaba apegando emocional y mentalmente a la locura de esta enfermedad.

Llegué a Al-Anon 13 años después, rota mental, emocional y físicamente. Aunque era responsable en mi trabajo, mi vida personal era un desastre. Yo no quería serenidad, pues pensaba que era aburrida. Yo no tenía un sentido de quién yo era o de lo que necesitaba o quería en la vida.

Durante mi primera reunión, escuché una historia que era más desastrosa que la mía, y me sentí atraída por las palabras espirituales de la Oración de la Serenidad y los Doce Pasos. Me sentí aceptada.

Escuché: «Toma lo que te agrada y desecha el resto». Por primera vez, sentí que lo que hacía y quien yo era como persona estaba bien. Yo no sentí que era juzgada ni que debía encajar, gracias a lo cual tuve la disposición de seguir viniendo.

Por Judy T., Oregón
The Forum, julio de 2018