Luego de muchos años de casado, me di cuenta de que el hábito de beber de mi esposa se estaba convirtiendo en un problema serio. Un consejero familiar insistió en que mi esposa asistiera a 30 reuniones de Alcohólicos Anónimos en 30 días y que yo asistiera a tantas reuniones de Al‑Anon como pudiera en 30 días. Asentimos a regañadientes.  Admito que yo era una persona controladora. Había sido un piloto militar y había aprendido que, siempre que mi vida se había «salido de la línea central», debía arreglar las cosas rápidamente. Sin embargo, estaba completamente desconcertado ante el hecho de que no podía arreglar el alcoholismo de mi esposa.

Cuando llegué a Al‑Anon un tiempo después, mi vida cambió. Comencé a trabajar los Doce Pasos y continúo asistiendo a las reuniones cada vez que puedo. Una vez mi esposa comenzó a asistir a las reuniones de Alcohólicos Anónimos, pensé que ambos habíamos encontrado finalmente la paz de nuevo. Pero, con el tiempo, ella comenzó a encontrar maneras para alejarse de sus reuniones. Las cosas fueron de mal en peor cuando comenzó a perder el conocimiento. Tal parecía que la luna de miel se había acabado, pero finalmente ella accedió a una hospitalización. Desde que regresó, ha estado en casa por menos de dos semanas.

He aprendido que no hay promesas ni garantías para el futuro. No puedo negociar con el alcoholismo. Mediante este proceso se pusieron a prueba las herramientas que aprendí en Al‑Anon, así como mi fe en un Poder Superior. No obstante, gracias a este programa, encontré la fortaleza para sobrellevar esta tormenta. Mi jornada no ha sido fácil. Ha traído consigo el dolor de un nuevo crecimiento y de la humildad. Aun creo que, a pesar del alcoholismo, el amor que nos une a mí a mi esposa ganará esta vez.

Por Rick H., Georgia
The Forum, mayo de 2018