Para mí, la parte más difícil del programa de Al‑Anon es hacer el esfuerzo continuo necesario para ser honesta. Mi esposo, quien falleció hace muchos años, era alcohólico. Sin embargo, yo aún tengo dificultades para ser honesta acerca de mis sentimientos, acerca de los hechos verdaderos de nuestra vida juntos y cómo yo contribuí a nuestra falta de sano juicio. Yo soy muy buena para la negación. Ahora veo que nuestros hijos resultaron heridos debido a mi falta de honestidad con ellos acerca de a dónde se había ido su padre (usualmente a beber) o por qué estaba enfermo (usualmente con una resaca). Les decía a mis padres que no podíamos ir a visitarlos debido a conflictos escolares cuando, en realidad, las juergas habían dejado a mi esposo demasiado enfermo como para poder viajar. Le decía al jefe de mi esposo que él no podía ir a trabajar porque estaba reparando su camión, cuando la verdad era que estaba bebiendo. Yo le decía a la gente en la iglesia que él no podía ir los domingos porque estaba trabajando. Durante todo este tiempo, yo me decía a mí misma que yo era feliz, que los niños se estaban criando de lo más bien, y que él se estabilizaría pronto. Solamente en Al‑Anon encontré el apoyo que necesitaba para mirar mi vida con honestidad, aceptar mis fracasos y comprender la verdad. Vi la negación por lo que era: una excusa para no vivir la vida a plenitud.
Por Rhoda S., Texas
The Forum, septiembre de 2018