No he ignorado la ironía de que el mismo lugar donde dejaba a mi hija para que asistiera al salón preescolar hace 14 años es ahora el lugar donde asisto a las reuniones de Al‑Anon debido a su alcoholismo. Recuerdo el primer día en que la dejé en el salón preescolar. Sollozaba incontrolablemente y me dolió dejarla así. Llamé a mi mamá, llorando. «No estoy segura de por qué estoy llorando también», dije. Me dijo que era porque estaba confiando a mi hija al cuidado de otra persona.

Mi hija lloró todos los días al dejarla en la escuela durante el primer mes. Dejarla así era algo muy difícil de hacer, pero sabía que era esencial para su aprendizaje y crecimiento. También sabía que estaba en un lugar seguro. Al final, las lágrimas se detuvieron, tanto las de ella como las mías, y en lugar de sentir la angustia de dejarla, era testigo de su entusiasmo cuando yo venía a recogerla y ella comprendía que yo siempre la estaría esperando con los brazos abiertos.

Ahora estamos en un proceso similar. Me duele verla en su estado actual, pero la confío al cuidado de mi Poder Superior. Sé que es fundamental, no solo para su aprendizaje y crecimiento, sino también para el mío. Cuando ella esté lista y quiera mi ayuda, la estaré esperando con los brazos abiertos. Mientras tanto, seguiré asistiendo a las reuniones de Al‑Anon en el mismo edificio donde mi hija asistió al preescolar, porque sé que yo estoy en un lugar seguro.

Por Dana S., Illinois

The Forum, septiembre de 2021

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