Recuerdo que sentí temor antes de llegar a mi primera reunión de Al‑Anon. Temía que me recordaran a mi ser amado alcohólico y que eso me hiciera llorar. Mi mamá murió debido a la enfermedad del alcoholismo cuando yo tenía 11 años. Escuché a los demás miembros del grupo compartir sus historias y me podía identificar con cada uno de alguna manera. A medida que más miembros compartían, comencé a llorar. Surgió un torbellino de recuerdos de mi mamá. Cuando la reunión terminó, una mujer muy amable se acercó a mí, me dio un gran abrazo y me dijo que yo no estaba sola. Me dio un paquete para el recién llegado y me habló más del programa. Me sentí acogida. Desde entonces, he seguido viniendo. Hoy en día, estoy muy agradecida por haber encontrado un lugar seguro en el que puedo compartir mi experiencia, fortaleza y esperanza con otros.
Por Kara I., Florida
The Forum, marzo de 2020