Conocí a mi alcohólico a través de un servicio de citas en línea. Pese a que yo sentía que me parecía bien la bebida en situaciones sociales, aprendí que, para un alcohólico, no existe tal cosa como beber socialmente. Mi compañero estaba en Alcohólicos Anónimos, pero era un bebedor empedernido. Cuando no estaba bebiendo, era bondadoso, amoroso y respetuoso; tenía todas las características que yo quería en un compañero. Pensaba que bebía para ser desagradable conmigo y sabotear nuestra relación. Perdía el sueño preocupándome si hoy sería el comienzo de una parranda. Fui a reuniones de Alcohólicos Anónimos con él durante aproximadamente dos años, tratando de descifrar qué era lo que él no captaba para yo poder salvarlo, pero los demás miembros de A.A. a menudo me sugerían que fuera a Al-Anon. Yo no sabía lo que era eso o por qué yo necesitaba ir cuando yo sentía que el problema era él.

La primera idea del programa que tuvo un significado especial para mí era que el alcoholismo es una enfermedad. Esto realmente tuvo sentido para mí porque pude verlo como una forma de enfermedad mental. Tengo un familiar querido que tiene una enfermedad mental. Finalmente me di cuenta de que mi compañero no estaba bebiendo «en contra mía» o por algo que yo había hecho o dejado de hacer. Se estaba autodestruyendo, de la misma manera que mi pariente. No sabía por qué y no sabía parar. Lo que me mantuvo regresando tras mi primera reunión fue que vi que la gente la estaba pasando bien. Se celebraban unos a otros y compartían sus éxitos y luchas. Nadie juzgaba a nadie ni le decía a nadie qué hacer.

En vez de ello, se reían, lloraban y yo podía sentir el amor y el apoyo en aquel salón. Yo quería aprender cómo hacer eso y poder dormir y sentirme feliz otra vez.

Por Loretta V., Ontario

The Forum, agosto de 2019