Escuché acerca de Al‑Anon hace muchos años, cuando mi terapista sugirió que asistiera para que eso me ayudara con mi esposo alcohólico. Yo había vivido con la enfermedad por mi papá, y ahora me encontraba en las garras del alcoholismo otra vez. Sí fui a una reunión, pero no sentía que Al‑Anon fuera para mí. Me puse rígida y pensé que, si él no dejaba de beber, el matrimonio estaba acabado. Debido a que el programa no estaba diseñado para llevarlo a él a la sobriedad, yo no regresé.

Ahora tengo una hija que es alcohólica, pero no me puedo divorciar de ella. Vine a Al‑Anon para curar a la alcohólica, pero me he quedado porque yo soy la que necesita curarse. Mi hija fue la que me alentó a venir a Al‑Anon. Yo no veía lo que la enfermedad me estaba haciendo a mí; solo veía lo que le estaba haciendo a ella. Encontrar un grupo para padres de alcohólicos fue una bendición. Yo estaba dispuesta a admitir que necesitaba ayuda y que mi vida se había vuelto ingobernable. Su alcoholismo me estaba causando a mí pasar tiempo en el hospital, pasar tiempo lejos de mi familia y amistades, y tiempo lejos de cualquier alegría. Necesitaba ayuda para darme cuenta de que yo estaba tan enferma como mi hija.

Al‑Anon ha provisto la única esperanza de posibilidades de cambios hacia una vida más saludable y feliz, «ya sea que el alcohólico esté bebiendo o no». Encontré una manera de superar los efectos devastadores de esta terrible enfermedad. Sigo viniendo porque mis reuniones son mi hogar espiritual.

Por Suzanne F., Colorado

The Forum, diciembre de 2019