Toda mi vida he luchado por sentir que pertenezco. Como era la única niña en casa, me sentía marcadamente diferente de mis tres hermanos. Debido a que era una «sentidora» en una familia de «pensadores», me sentía marginada. Salir del clóset como lesbiana cuando tenía 20 años no hizo nada para mitigar mis sentimientos de ser «diferente».

Por lo tanto, no es de sorprender que literalmente me tomó años de asistir a las reuniones para sentir que realmente pertenecía a Al‑Anon. Y no tenía nada que ver con ser lesbiana. Sentía que no pertenecía a Al‑Anon porque no había crecido con el alcoholismo, nunca había tenido una relación sentimental con un alcohólico y no había alcoholismo en mi familia.

La Tercera Tradición dice: «El único requisito para ser miembro es tener un pariente o amigo con un problema de alcoholismo». Tenía amigos que eran alcohólicos en recuperación, así que los usaba para «justificar» mi asistencia a las reuniones. Nadie cuestionó nunca mi derecho a estar en una reunión, pero me sentía como una impostora.

Aun así, seguí viniendo. Sabía que Al‑Anon me estaba ayudando. Sabía que me había dado instrumentos para tratar con mi compañera de trabajo cuyo comportamiento errático reflejaba el de su madre alcohólica. Me di cuenta de que mis dos parejas a largo plazo —ambas eran hijas adultas de alcohólicos—habían sido afectadas por el sistema alcohólico en el que se habían criado. Y que, a su vez, yo también me había afectado.

Y luego, cuando había estado en el programa unos 15 años, mi hijo adulto vino a mí en busca de ayuda debido a su problema con la bebida. Me dijo que era alcohólico. No sabía nada sobre el alcance de su comportamiento con la bebida ni la devastación que eso estaba causando en su vida. Pero él sabía que yo sabía algo sobre el alcoholismo. Y él sabía que estaba a salvo al venir a mí en busca de ayuda. Debido a esto, yo sentía un agradecimiento inmenso por Al‑Anon.

Entonces, tenía una razón «legítima» para estar en Al‑Anon. Sin embargo, ya no necesitaba esa legitimación. En algún momento en el camino, llegué a creer que pertenecía a Al‑Anon. Me di cuenta de que no necesitaba buscar una justificación fuera de mí. Sabía que el programa de Al‑Anon me había dado los pasos e instrumentos para mantenerme cuerda en relaciones que tenían el potencial de la falta de sano juicio. Había aprendido que realmente pertenecía.

Por Patricia B.

The Forum, noviembre de 2022

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