Recuerdo el dolor de lidiar con mi compañero alcohólico en el área de la intimidad. Aunque él estaba justo al lado mío, yo estaba sola y añoraba el contacto humano, la calidez y el afecto. Pasaban meses y yo no recibía nada de él, salvo una fría indiferencia. No quería dejarlo ni ser infiel, pero tampoco podía soportar el vacío que sentía en mi interior. Siempre que mencionaba el tema, él se alejaba y decía que yo no era atractiva, que estaba sobrepeso o que yo no era su tipo. Por lo regular me hacía sentir culpable por buscar atención, diciéndome que yo necesitaba demasiado. Durante algunos meses, me daba por vencida del intento de iniciar una conexión más profunda hasta que mi añoranza se volvía insoportable nuevamente. Literalmente, clamaba a gritos por la frustración.

No fue hasta mucho después que descubrí la realidad de la situación. El alcoholismo le había quitado su capacidad de responder físicamente, y él descargaba su vergüenza sobre mí. Pero, para ese momento, ya yo había comenzado a cuestionar mi propia cordura. ¿Realmente yo estaba pidiendo mucho? Me preguntaba. Después de todo, yo había aprendido en Al‑Anon que la expectativa es un resentimiento premeditado.

Pero con el tiempo, me di cuenta de que era inútil esperar que esta persona me diera algo que simplemente no tenía. Sin embargo, yo también me esforzaba inútilmente a tratar de aprender a ser feliz sin amor y afecto. Aprendí que mis necesidades eran legítimas y no eran irrazonables en una relación romántica monógama, pero tuve que aceptar su elección de no satisfacer esas necesidades. Y, mientras permaneciéramos juntos, yo no era libre para buscar una nueva relación que pudiera satisfacer mejor esas necesidades. A final de cuentas, encontré la serenidad que necesitaba para desprenderme con amor y separarme de él. Aunque él continúa con su enfermedad activa, seguimos siendo amigos hoy en día. Ahora veo que tal vez eso fue lo que debimos haber sido desde el principio.

Con el tiempo, conocí a un hombre gentil y bondadoso que es todo lo que podría haber deseado. Hemos decidido esperar a que la intimidad física ocurra hasta después del matrimonio, y esa decisión ha permitido que nuestra conexión emocional y espiritual crezca. Cuando llegué a creer que merecía más, lo encontré.

Autumn M., Maryland

The Forum, enero de 2020