Este último año de mi vida ha sido como una montaña rusa —tanto física como emocionalmente. A veces he sentido que estoy luchando contra el mundo. Me he sentido enojado, confundido, y muy solo. Hace aproximadamente un mes, sin embargo, decidí comenzar a asistir a Al-Anon. Fui a buscar respuestas a todos mis problemas. Esperaba que alguien me dijera qué era lo que debía  hacer. Lo que encontré fue mucho más.

Encontré un grupo de personas quienes sabían por lo que estaba pasando sin haberme conocido antes de hablar. Nunca ofrecieron sus opiniones acerca de lo que debía hacer; simplemente me escucharon. A su vez, yo escuché sus historias y hallé el consuelo y la esperanza que pensé nunca volvería  a sentir. Ahora sé que no estoy solo. Si alguna vez siento que no puedo controlar mis pensamientos o ansiedades, busco una reunión. Están por todas partes. Y en una hora, más o menos, me siento mejor. Al principio fue incómodo e intimidante entrar a un salón lleno de gente que nunca había conocido y compartir algunos de mis pensamientos y sentimientos más profundos, pero hacerlo me ayudó. Encontré personas que se preocupaban por mí y por mi recuperación.

Por Ben D., Washington

Al‑Anon se enfrenta al alcoholismo 2020