Mi hijo recayó, y yo también. Como había hecho antes de estar en Al‑Anon, sentí lástima por mí misma y deseé que mi hijo fuera diferente. Pensé obsesivamente en lo que podría decirle para que las cosas fueran mejores o más fáciles. Quería alejarme. Quería descubrir, sin la ayuda de nadie, cómo arreglarlo a él.

Estos viejos comportamientos no duraron mucho, y por eso me siento agradecida. Gracias a Al‑Anon, le pedí ayuda a mi Poder Superior, quien me respondió a través de las lecturas diarias. Mi bendecida Madrina aceptó mi necesidad de enviar mis sentimientos por correo electrónico y luego hacer un seguimiento con una llamada telefónica en lugar de descargarlo todo en el teléfono. Y fui a las reuniones, donde el compartir y el amor de mi familia de Al‑Anon fueron la luz que me ayudó a salir de mi oscuridad.

A través de esta experiencia, descubrí que hay una diferencia importante, para mí, entre el control y la elección. Tratar de controlar los resultados —por ejemplo, la sobriedad de mi hijo— traía principalmente resentimiento y decepción. Cuando comprendí que el poder real estaba en mi capacidad para elegir, en particular, mi capacidad para elegir mi respuesta a esta situación, pude aflojar mi aferramiento a la necesidad de controlar, y comencé a sanar.

No arreglé a mi hijo. Me arreglé a mí misma. Es probable que él tenga más recaídas, las cuales no puedo controlar. Sin embargo, sí puedo elegir cómo responder cuando ocurran.

Por Julie J., Texas

The Forum, octubre de 2021

 

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