Cuando me separé de mi primer novio después de cinco años juntos, mi madre llegó para mudarme de vuelta a casa. En nuestro viaje de 12 horas, pasábamos horas seguidas sin hablar mientras yo lloraba en silencio. En un momento rompió el silencio para preguntarme si me había acordado de empacar una toalla en mi maleta. Entonces me di cuenta de que me sentía más sola e invisible en el auto con ella que lo que había sentido en cualquier otro momento de mi ruptura.

Tan pronto como regresamos a mi ciudad natal, busqué mi primera reunión de Al‑Anon. Sabía que mi madre había sido alcohólica, pero Alcohólicos Anónimos la había «arreglado» y ella había dejado de ir a las reuniones incluso antes de que yo naciera. Me preocupaba que yo no calificara para asistir a Al‑Anon. Sin embargo, fui recibida por todos tan pronto como llegué. Después de toda una vida con una madre que trató de mostrar su apoyo «haciendo» cosas por mí, fue un alivio increíble encontrar una hermandad que no hizo nada por mí, sino que se sentó tranquilamente mientras escuchaban, reconocían y aceptaban mis sentimientos.

En esa misma reunión, dos semanas después, un miembro comenzó a hablar sobre cómo le ocultaba el alcohol a su pareja. Esto desencadenó el recuerdo de cómo, durante mi relación, solo podía guardar una botella en miniatura de vino para cocinar en el refrigerador, una cantidad demasiado pequeña como para que mi pareja se emborrachara. Cuando compraba las botellitas de vino para cocinar, las escondía todas menos una en el cajón de mi ropa interior para que mi pareja no las encontrara y tampoco se las bebiera. De repente, a mil millas de distancia y un mes después de la ruptura, ¡me di cuenta de que había pasado los últimos cinco años de mi vida con un alcohólico!

Esta revelación le dio credibilidad inmediata a las lecturas y los testimonios de otros miembros sobre los patrones de alcoholismo en la familia y me inspiró a encontrar una Madrina de inmediato, a trabajar los Pasos y desarrollar una comprensión de cómo mi familia de alcohólicos secos, pero aún disfuncionales, había moldeado mis ideas sobre las relaciones y mis percepciones sobre mis propias necesidades emocionales.

Varios años después, todavía tengo dificultades para comunicarme y conectarme emocionalmente con mi madre, pero estoy trabajando en mi programa junto con mi prometido, quien tiene diez años de sobriedad y un compromiso con el crecimiento que apoya e inspira el mío. Al‑Anon me ha quitado los lentes color de rosa de la negación y me ha ayudado a verme a mí misma, a mi vida y a mis seres queridos por lo que somos en lugar de lo que creo que deberíamos ser.

Por Audrey G., Oregón

The Forum, junio de 2022

 

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