El abuso mental, físico y sexual que sufrí de parte de mi padrastro alcohólico mientras me criaba era una caja de Pandora que no quería abrir. Sin embargo, en la edad adulta, seguí encontrando a personas que abusaban de mí. Me sentía como una persona «marcada». ¿Qué era lo que estos depredadores habían visto en mí y cómo podría quitarme eso de encima? ¿Acaso los atraía la culpa y la vergüenza? ¿Acaso yo parecía demasiado vulnerable? ¿O tal vez era propensa a comportamientos de alto riesgo?

Utilicé las instrumentos del programa de Al‑Anon para descubrir mis propias faltas y lo que aprendí me cambió la vida. Aprendí sobre los límites. Luego aprendí la diferencia entre reaccionar constantemente ante el comportamiento de otra persona y elegir hacer lo mejor para mí. Convertirme en una persona autosuficiente cambió mi sentido de carencia, lo cual se transformó una fortaleza que nunca había sentido. Comencé a atraer personas diferentes a mi vida: personas amables y gentiles que estaban contentas con vivir y dejar a otros vivir sus vidas.

Gracias a los Conceptos de Servicio de Al‑Anon, aprendí cómo liberarme de la vergüenza y la culpa al comprender y aceptar la responsabilidad. Mi vergüenza tóxica había sido simplemente producto de todas las veces que había sentido que yo no era lo suficientemente buena o era menos que los demás. Mi sentido de culpa parecía ser el resultado de las expectativas poco realistas que tenía de mí misma. Una y otra vez, le pedí humildemente a mi Poder Superior que eliminara estas características hasta que ya no fueran parte de mi psiquis.

Ahora estaba lista para despojarme del papel de víctima. Cambié la etiqueta que le había puesto mis experiencias infantiles para ya no sentirme más como una víctima. Vi la disfunción en mi crianza, pero sabía que esa disfunción no era quien yo era en realidad. Acepté que ese era mi pasado, aunque no estaba de acuerdo en cómo sucedió. Entregué mi vida a un Poder Superior a mí misma y me senté muchas veces con la incomodidad hasta que la incomodidad pasó. Aprendí a identificar la agitación, el drama o los patrones habituales que podían quitarme la serenidad, y evitaba esas situaciones.

Hoy, gracias a los regalos del programa de Al‑Anon, me siento agradecida, gozosa y tengo paz. Hoy, cuento mis bendiciones.

Por Michelle M., Australia

The Forum, marzo de 2024

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