Al reflexionar sobre mis primeros días de recuperación, me doy cuenta del agradecimiento que siento por Al‑Anon. Hice lo que muchos otros miembros hicieron con sus alcohólicos: vacié botellas de licor, grité, chillé, lloré y le rogué que dejara de beber. Pasé muchas noches sin dormir preguntándome quién iba a enterarse de mis problemas o preocupada de que él matara a alguien mientras conducía ebrio. Tenía miedo de ir de compras o viajar con amigos por temor a que algo sucediera mientras yo no estaba. Intenté todos los días razonar con él, pero fue en vano. Las mentiras que dijo fueron hirientes y, sin embargo, tenía una manera de convencerme de que podía o quería parar: «Solo una oportunidad más, por favooooor», suplicaba él.

Un día, después de varios meses en Al‑Anon, estaba sentada en mi porche y me di cuenta de que podía escuchar el canto de los pájaros y la risa de los niños. Sentí serenidad y paz por primera vez en mi vida. Finalmente me di cuenta de que no había nada que pudiera hacer para que él dejara de beber. Tengo la suerte de tener a Al‑Anon en mi vida. Practicaré el lema «Sigue viniendo».

Por Mary S.

The Forum, noviembre de 2022

 

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