Una mañana corría bicicleta con un grupo de amigos y disfrutaba mucho de un hermoso día. Mi experiencia es que los pequeños momentos de despertar a veces suceden de manera inesperada cuando corro mi bicicleta y mi mente está en un estado tranquilo y sereno.

Durante mucho tiempo sentí, al igual que muchas otras personas, que necesitaba «ayudar» a mi hijo a estar sobrio. Tras haber estado en el programa de Al‑Anon durante algunos años, haber trabajado los Pasos, las Tradiciones, los Conceptos de Servicio y haber confiado en mi Madrina, finalmente entendí que mi forma de «ayudar» lo estaba lastimando y que mi hijo necesitaba alcanzar la sobriedad por su cuenta. Él necesitaba querer estar sobrio. ¡Estoy tan agradecida de que haya ocurrido ese milagro!

Compartí en las reuniones que yo no tuve nada que ver con que mi hijo estuviera sobrio y que él lo logró por su propio esfuerzo, lo cual en gran medida es cierto. Sin embargo, durante mi paseo en bicicleta ese día, me di cuenta de que sí había ayudado, pero no de la manera en que trataba de ayudarlo o que pensaba que debía ayudarlo.

Así fue como realmente ayudé: 1) Comencé por recibir ayuda para mí. 2) Siempre le hice saber a mi hijo que lo amaba sin importar nada. 3) Dejé de propiciar que bebiera, como lo había estado haciendo. 4) Oré y sigo orando por él todos los días. 5) Lo dejo elegir y tomar sus propias decisiones, aunque puedan causarme cierto grado de ansiedad.

Para lograr esas cinco cosas, tuve que aprender profundamente a practicar el lema «Suelta las riendas y entrégaselas a Dios». Estoy muy agradecida por haber comprendido que la situación familiar puede mejorar cuando aplico las ideas de Al‑Anon.

Por Sally M., Iowa

The Forum, abril de 2024

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