Cuando llegué al límite de mis fuerzas con mi hijo adicto/alcohólico, decidí ir a una reunión de Al‑Anon. Esa primera reunión de Al‑Anon ocurrió durante una noche fría, oscura y lluviosa, y así mismo me sentía en ese momento —oscura, vacía y perdida—. Aprendí mucho acerca de Al‑Anon gracias a un orador durante una reunión familiar en el centro de consejería de alcoholismo al cual asistía mi hijo. Yo estaba tan abrumada que no podía comprender lo que el orador decía acerca de Al‑Anon.

Temía que alguien me reconociera y que mi secreto fuera conocido. Los miembros me recibieron como una recién llegada. Estaban felices y se reían. Pensé que no podía haber ningún alcoholismo en sus vidas porque estaban tan llenos de gozo. ¡Estaba equivocada! Me pidieron que intentara ir a seis reuniones, y que, si eso no funcionaba, ¡me devolverían todo mi sufrimiento! Ahora me puedo reír de eso. Me preguntaron si tenía alguna pregunta. Me dijeron «Sigue viniendo» y que tal vez encontraría algo en el programa que me ayudaría. Estoy agradecida porque tenían toda la razón. Durante las primeras reuniones, estaba tan abrumada por la verdad que había en las lecturas que lloraba y no podía terminarlas. Nunca me miraron por encima del hombro y siempre me ayudaron con amabilidad. Eso era exactamente lo que necesitaba.

Por Maureen B., Carolina del Sur

The Forum, junio de 2020