Sabía que mi hijo tenía un problema con la bebida a pesar de que no bebía delante de mí. Su estilo de vida era indicativo de una persona que se había perdido. Un día anunció que iba a la sala de urgencias para ser ingresado. De la sala de emergencias, fue a un centro de tratamiento y finalmente se convirtió en miembro de un centro de rehabilitación.
Me sentí muy aliviada de que finalmente buscara ayuda, pero me encontré completamente sola. Mi nuera sugirió que fuera a Al‑Anon. Estaba nerviosa y asustada el día en que llegué a mi primera reunión. La calidez y amabilidad con que fui recibida me hizo darme cuenta de que había tomado una decisión valiosa.
Mi hijo asiste a las reuniones de Alcohólicos Anónimos y yo asisto a las reuniones de Al‑Anon. Juntos, con los miembros de ambas reuniones, estamos encontrando paz, comprensión y hemos obtenido una nueva perspectiva de la vida.
Por anónimo
The Forum, octubre de 2020
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