En mi primera reunión de Al-Anon me di cuenta de lo mucho que me había afectado el alcoholismo, aunque yo no bebía. Estaba tan enferma como mi novio alcohólico, quizá peor. Estaba obsesionada. Constantemente buscaba alcohol y lo derramaba cuando lo encontraba. No comía ni dormía, y estaba profundamente deprimida. Me sentía loca. Mi vida se había vuelto ingobernable.

Durante esa reunión, me di cuenta de que no estaba sola. Recuerdo estar sentada allí esa noche, al borde de la desesperación, cuando escuché a una mujer sollozando mientras compartía su experiencia. Yo podía sentir su dolor porque su historia reflejaba la mía. Me sorprendí al darme cuenta de que yo era esa mujer sollozante. Era mi voz compartiendo todo lo que yo había soportado. Nunca antes había oído hablar de Al-Anon y no sabía qué esperar esa noche. Entré a la misma sintiéndome devastada, pero salí sintiéndome aliviada porque sabía que no estaba sola. Me sentí aceptada, bienvenida y apoyada. Encontré la libertad.

Ann M. – Florida
The Forum, diciembre de 2017