Antes de entrar a las salas de Al‑Anon, vivía según el lema: «Lo que no me mata me hace más fuerte». Gracioso, ¿no? La realidad fue que terminé lastimándome una y otra vez. Ser golpeado repetidamente, ya sea emocional, mental o espiritualmente, a menudo me dejaba en un estado de debilidad. Solo tenía instrumentos rudimentarios para evitar que me lastimaran.

Llegué a Al‑Anon hace más de 11 años, herido y debilitado más allá de lo que había experimentado antes. La policía del campus encontró a mi hijo borracho, desmayado y expuesto a la intemperie. Al‑Anon me ayudó a distinguir qué dolor era mío y cuál era suyo (desprendimiento), a confiar en mi Poder Superior y pedir Su ayuda, y a reconocer la diferencia entre ayudar y propiciar la conducta de mi hijo. Entendía estos conceptos intelectualmente, pero era muy diferente sentirlos y vivirlos. Al ir a las reuniones, conseguir un Padrino, leer la literatura, aprender y usar los instrumentos de Al‑Anon y confiar en los lemas y la Oración de la Serenidad, comencé a sanar y crecer.

Hace cinco años, supe que mi hijo había sido arrestado y encarcelado fuera del estado por otro delito relacionado con el alcohol. Casi me sentí como si yo fuera dos personas: uno era el padre que se ocupaba de toda la situación, que hacía las llamadas telefónicas y los arreglos para conseguirle un abogado, sacarlo de la cárcel, etc. Una vez que lo liberaron, le entregué cualquier otra responsabilidad legal a él. La segunda era un papá convertido en un desastre emocional. Me dolía profundamente otra vez, pero no tanto ni durante tanto tiempo como cuando entré al programa.

Para mí, la sanación es un proceso. No está completo y es posible que nunca llegue a estarlo por completo. Pero las heridas se hacen más pequeñas cada vez que digo sí a la oportunidad de crecer al enfrentar un desafío. Ahora no tengo que hacerlo solo. Tengo a mi Poder Superior, a mi Padrino, a mis amigos de Al‑Anon, a mi esposa (quien también está en Al‑Anon) y a mi hijo. Ahora actúo desde una actitud de gratitud por esta enfermedad familiar. Si no la tuviera, tampoco tendría la recuperación. Me siento bendecido de poder compartir mi recuperación y ofrecer un oído atento a los demás para ayudarlos a encontrar lo que yo he encontrado: la bendición de pasar del dolor a la sanación y luego a ofrecer ayuda.

Por Jim M., Ohio

The Forum, agosto de 2022

 

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