El alcoholismo es una enfermedad de aislamiento. Debido a que muchos alcohólicos se embriagan en presencia de otras personas, persiste la ilusión que su consumo de alcohol es meramente social. Por lo tanto, los alcohólicos, sus familiares y sus amigos niegan y minimizan los pensamientos, sentimientos y comportamientos alterados del alcohólico, que son resultados directos del consumo de alcohol. La perturbación de las relaciones causada por la embriaguez afecta tanto al alcohólico como a  aquellos apegados al ser querido alcohólico, y todos sufren  las consecuencias de esta enfermedad familiar.

Fingir que esta perturbación puede ser reparada, manejada o controlada por el familiar o el amigo del alcohólico conduce a patrones crónicos, progresivos y reincidentes de creencias, sentimientos y comportamientos irracionales por parte de familiares y amigos. Estos patrones constituyen la enfermedad familiar del alcoholismo, que puede manifestarse en el consultorio del psiquiatra como ansiedad, depresión o incluso psicosis. También se puede manifestar en un consultorio médico como fatiga, dolor crónico, trastornos gastrointestinales o una serie de otras dolencias físicas. A menos que el médico o el paciente sea consciente de la presencia de alcoholismo en un familiar o amigo, el diagnóstico y tratamiento de un trastorno mental o físico puede dejar la enfermedad familiar de alcoholismo subyacente sin tratar.

Algunos familiares y amigos de alcohólicos solo se dan cuenta del alcoholismo cuando el alcohólico comienza  la recuperación yendo a un tratamiento o a Alcohólicos Anónimos (A.A.). Si consideramos a A.A. como el tratamiento farmacológico de la enfermedad crónica del alcoholismo, podemos entender que la participación continua en A.A. puede ser esencial para que el alcohólico mantenga la sobriedad. Además, si aceptamos que el alcoholismo es una enfermedad que afecta a toda la familia, entonces esperar que la participación del alcohólico en A.A. sea suficiente para el familiar o amigo no parece ser racional. Y, por lo tanto, los familiares siguen sin tratarse y continúan  padeciendo de su propia enfermedad.

En cambio, algunos familiares y amigos de alcohólicos llegan a Al-Anon durante la etapa activa de la bebida de un ser querido. La participación en Al-Anon —tomar una dosis regular de «penicilina para la enfermedad familiar del alcoholismo»—no tratará al alcohólico activo. Una de las diversas características milagrosas de esta penicilina es que, a medida que los familiares y amigos aprenden nuevas creencias, sentimientos y comportamientos, el ambiente del alcohólico cambia de uno que apoya el consumo de alcohol mediante control, críticas y resentimientos a uno que ofrece una oportunidad de aceptación y amor auténticos.

Los familiares y amigos comienzan a reconocer que no causaron y no pueden controlar o curar a su ser querido alcohólico, pero que sí tienen opciones. También empiezan a sentir gratitud y gozo a medida que otros miembros comparten abiertamente sus sentimientos de temor, vergüenza, soledad, sufrimiento e ira. También son capaces de establecer límites consistentes con desprenderse del alcohólico con amor.

Desde la introducción de esta «penicilina» en 1951, se han desarrollado varias formas diferentes de este medicamento. Si bien todas las reuniones de Al-Anon comparten una estructura básica utilizando los mismos Doce Pasos y Doce Tradiciones, cada reunión puede adaptar su formato en cuanto a tamaño, estructura, horario y otros detalles para satisfacer las necesidades de sus miembros. La mayoría de los miembros sugieren a los recién llegados que asistan por lo menos de seis a ocho reuniones antes de decidir si Al-Anon es para ellos.

Por Jeffrey Roth, M.D., FASM, Psiquiatra, Chicago, Illinois

Al‑Anon se enfrenta al alcoholismo