Al mirar hacia el pasado, cuando entré por las puertas de Al‑Anon, había planeado quedarme el tiempo suficiente para averiguar cómo lograr el milagro de la sobriedad en mi hogar. ¡Todavía estoy allí!
Me sentía espiritual, emocional y físicamente destrozada. Había renunciado a todas las personas y a todas las cosas. Una amiga me llevó a rastras a Al‑Anon, pero estaba segura de que eso era inútil.
Después de mi primera reunión, todavía estaba muy enojada. ¿Cómo podían todas esas personas estar contentas y sonrientes? Sus hogares no podían estar tan deteriorados como el mío. Afortunadamente, yo también quería sonreír y reír. Una miembro, quien más tarde se convirtió en mi Madrina, se interesó en mí como recién llegada, y yo seguía viniendo.
Los lemas y todos los instrumentos me molestaban, y no compartía. Creía que no necesitaba el Primer Paso porque yo definitivamente tenía el control. No necesitaba el Segundo Paso porque de ninguna manera había hecho nada malo. ¿Alguna vez he tenido la mente tan cerrada? Sin embargo, por alguna razón desconocida, seguí adelante.
Una noche fui con un grupo de mujeres al aniversario de otro grupo. Tenían oradores de Al‑Anon y de A.A. Mi Poder Superior me tocó esa noche. Todo lo que escuché allí y todo lo que se había compartido en reuniones tenía sentido. Por fin comprendí lo que era ser incapaz, y me entregué.
Comencé a cuidar de mí misma y le di al alcohólico la opción de obtener ayuda o seguir su propio camino.
Trabajé en el programa todos los días, especialmente en los Pasos y en las Tradiciones, y el mismo llegó a ser más fácil. Cinco años después, recibimos el milagro de la sobriedad en nuestro hogar, y ambos trabajamos hoy en nuestro programa; pero el verdadero milagro fue encontrarme a mí misma. En Al‑Anon, aprendí a cambiar mi vida y a vivir de verdad.
Bertie P. – Florida
The Forum, marzo de 2017