Cuando yo era niña, fui adoptada en una familia de tres niños. Yo era una niña pequeña y muy tranquila, y hacía todo lo que mis padres me decían. Mi padre era un alcohólico proclamado, aunque yo solo lo vi borracho tres veces que puedo recordar. Mi madre bebía a escondidas. Los dos hijos mayores luego se convirtieron en alcohólicos. El ambiente del hogar era tenso, y yo hice todo para complacer a mis padres con la esperanza de recibir un poco de atención y elogios por parte de ellos. Sí recibí atención de mi mamá, pero era usualmente negativa o en forma de regaños.
Nunca sentí que pertenecía a esa familia. Aprendí a escapar de mi dolor participando en deportes. A medida que pasó el tiempo y me casé, pensé que esta era la respuesta y que seríamos una familia feliz. Sin embargo, debido a algunos de mis defectos de carácter y el miedo a la confrontación, mi matrimonio se vino abajo, y me quedé con el cuidado exclusivo de nuestro hijo. Una vez superé la pérdida de mi esposo, me lancé a criar a nuestro hijo con todo el amor y el cuidado que podía darle. En 2006, fui a mi primera reunión de Al‑Anon y no podía creer que alguien pudiera aceptarme. Pero antes de que acabara la reunión, yo supe que estaba en el lugar correcto. Estas personas se convirtieron en mi familia, y nunca más he mirado atrás. La hermandad que me ofrece Al‑Anon es maravillosa. ¡Estoy aquí para quedarme!
Por Sharon H., Nueva Escocia
The Forum, julio de 2020
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