Recientemente recibí una carta de mi hijastra mayor. Me sorprendieron mucho sus pensamientos y sentimientos sinceros sobre nuestra relación a lo largo de los años. Ella tenía 8 años cuando yo me casé con su padre. Su hermano y hermana tenían 5 y 4 años, respectivamente. Cuando su padre y yo nos casamos, yo no tenía idea de que él fuera alcohólico, pero muy pronto fue obvio que su forma de beber estaba fuera de control.
Debido a que me crie en un hogar violento, caótico y alcohólico, había decidido que mi hogar sería amoroso, afectuoso y lleno de todas las actividades de la infancia que me había perdido. Uno de los recuerdos que más aprecio es cuando mis hijastros y yo horneábamos galletas en Navidad y la pasábamos muy bien. Mi cocina estaba llena de risas, cánticos y felicidad. No tenía idea del profundo efecto que tendría en mis hijastros todos estos años después.
Mi esposo y yo encontramos nuestros respectivos programas de Alcohólicos Anónimos y Al‑Anon. Hablábamos abiertamente sobre nuestra recuperación y, muy pronto, mi hijastra mayor se unió a mí en mis reuniones de Al‑Anon. Continuamos realizando actividades divertidas a medida que ella crecía y nuestro vínculo se hizo muy fuerte. Me convertí en su confidente y nuestros corazones se han unido para toda la eternidad. Ahora ella tiene dos hijastros propios y hablamos con frecuencia sobre los desafíos y las recompensas de ser madrastra.
Su carta me hizo llorar y lloramos juntas cuando la llamé para agradecerle. Vivimos a varias horas una de la otra, por lo que siempre lloramos y nos abrazamos cuando pasamos tiempo juntas. Nuestra relación especial es solo una de las muchas bendiciones que he recibido como resultado de trabajar el programa de Al‑Anon y llevarlo a mi familia. Considero que mi relación cercana y especial con mi hijastra es un preciado regalo de mi Poder Superior.
Por Sue W., California
The Forum, junio de 2022
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