Llegué a Al-Anon por desesperación. Estaba desesperada por lograr que mi ser querido alcohólico dejara de beber. La ansiedad me consumía y estaba obsesionaba con seguir cada uno de sus pasos. Me sentía culpable por descuidar a nuestra hija y creía que no estaba siendo una buena madre. Me había aislado de mis amigos, me desconcentraba en el trabajo y no dormía ni me cuidaba.
Mi primera reunión me dio la esperanza de que, si seguía yendo a las reuniones, las cosas mejorarían. En ese momento, ¡no me di cuenta de que eso significaba que yo mejoraría! Sin importar si mi ser querido seguía bebiendo o no, yo mejoraría. ¿Se imaginan?
Creo que lloré durante las primeras reuniones. Después de una de esas reuniones, una miembro de Al-Anon de mucho tiempo se me acercó y me habló amablemente. Me dijo que yo estaría bien. El mero hecho de que alguien dijera que yo iba a estar bien era la experiencia, fortaleza y esperanza que necesitaba escuchar. Luego ella me dio un hermoso abrazo y me dio unos papeles cuidadosamente doblados. Me dijo que, a lo largo de los años que había asistido a Al-Anon, había recopilado estas sabias palabras que la habían ayudado, y me las estaba pasando a mí.
Eso fue hace casi ocho años, y esa miembro de Al-Anon ya falleció. Sigo yendo a las reuniones y, con gratitud, he ocupado cargos de servicio. Realmente creo que, cuando estoy ocupada, me siento mejor. Intento dar consuelo a los nuevos miembros, de la misma manera que ella lo hizo conmigo. Transmito sus sabias palabras, su bondad, su fortaleza y su esperanza. Su amabilidad aquel día y sus sabias palabras todavía me reconfortan y me inspiran.
Por Karen A.
The Forum, noviembre de 2024
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