Crecí en un hogar lleno de violencia, adicción a las drogas, alcoholismo, abuso y abandono. Estaba muy confundida. Incluso necesitaba que alguien me enseñara las cosas básicas de higiene, pero no había nadie. Cuando llegué a la escuela intermedia, yo sabía que mi madre me odiaba. Siempre estaba golpeándome o gritándome. Yo tenía 15 años la última vez que me pegó. Tenía marcas de cinturón por todo mi cuerpo y marcas de la hebilla del cinturón en mi rostro. Finalmente, ella había perdido el control.
Sanar ha sido un camino duro, pero le he dado la bienvenida con los brazos abiertos. Estaba cansada de sentirme menos que y de llorar sin razón aparente. No podía olvidar los viejos recuerdos de abuso. La pregunta por qué siempre estaba en mi mente. Ya siendo adulta, descubrí a Al-Anon. Al principio, fue difícil enfrentar con honestidad los malos tratos en mi niñez, pero decidí que, si eso era lo que necesitaba hacer para vivir una vida normal, entonces eso era lo que debía hacer. Enfrenté cada incidente atravesando muchas lágrimas y recuerdos dolorosos. Aprender acerca del alcoholismo y lo que le hace a la familia fue algo que me abrió los ojos. Nuestra familia estaba rota, al igual que cada uno de nosotros.
Aprender acerca de lo que el alcohol y las drogas le hacen al cerebro me ayudó a enfrentar cuán enfermo estaba mi papá verdaderamente. También me ayudó a dejar ir el coraje que sentía hacia él por darnos una niñez de tanto maltrato. Siempre me habían echado la culpa por los malos tratos que sufrí, y también porque papá bebía y usaba drogas hasta estar enfurecido. Me tomó ir a muchas reuniones de Al-Anon para aceptar verdaderamente que nunca fue mi culpa que Papá luchara con una adicción. Nunca fue mi culpa que mi madre escogiera quedarse en un matrimonio violento y adicto.
Mi trabajo hoy es «Soltar las riendas y entregárselas a Dios» para que se encargue de aquello que no me toca a mí. Trabajar en mí misma es un trabajo a tiempo completo. Tuve que aprender a amarme a mí misma y convertirme en mi propia mejor amiga. Todos esos apodos horribles que me pusieron eran mentiras. Me crie rodeada de muchas personas lastimadas, necesitadas, pero ya no soy una de ellas.
Por Daisy P., California
The Forum, junio de 2019