Cuando llegué a Al‑Anon por primera vez, tenía dudas de hablar. Mi negatividad y vergüenza me habían convencido de que no tenía nada que ofrecerle al grupo. Escuchaba a otros miembros compartir y comparaba mi vida interior con lo que percibía era su vida exterior. Me tomó mucho tiempo reconocer el hecho de que todos los miembros eran iguales, y que no importaba el tiempo que un miembro había asistido a las reuniones. Todos tenían una voz para expresar su experiencia, fortaleza y esperanza. Fue tal vez el primer lugar al que llegué en el que tuve la oportunidad de compartir y ser aceptada incondicionalmente.
A medida que continué asistiendo a las reuniones, me sentí inspirada por el compartir de otros miembros y compartí por primera vez acerca de mis propios pensamientos y sentimientos. Al principio, me sentía muy incómoda. Mi corazón latía fuerte. Me sentía expuesta, desnuda, y temía ser juzgada. No obstante, mi recuperación progresaba a medida que revelaba más cosas de mí misma, de mis creencias y comportamientos. Mirar atrás para ver los años durante los cuales me crie con la enfermedad del alcoholismo ha sido doloroso, pero también valioso en términos de ayudarme a descubrir mi identidad. Estaré eternamente agradecida a esos miembros que tuvieron la valentía de compartir su propio viaje de dolor, descubrimiento y recuperación. Me ha permitido tener la valentía para retirar suavemente las capas de vergüenza, humillación y falta de dignidad que una vez sentí, para verdaderamente redescubrir mi identidad como una persona agradecida que es capaz de aportar.
Por Laura C., Connecticut
The Forum, febrero de 2020