Cuando entré al estacionamiento para asistir a mi primera reunión de Al‑Anon, me sentí ansiosa y confundida. Como la reunión se realizaba en mi ciudad natal, me preocupaba que alguien me conociera. ¿Alguien me haría preguntas personales sobre la tensión y el caos en mi hogar? ¿Finalmente se sabría la noticia acerca de la bebida de mi esposo?

Sentí que mantener la familia intacta era tarea mía, y estaba fallando en eso. Sin embargo, me animé a caminar desde el estacionamiento hasta que llegué a la puerta de la reunión de Al‑Anon que se llevaba a cabo, y entré —solo para ver un  salón lleno de personas sirviéndose en un buffet, sonriendo y riendo—. Fue la reunión del aniversario del grupo de Al‑Anon. Me senté con los miembros de una familia, quienes me dieron la bienvenida y compartieron sobre la forma en que Al‑Anon los estaba ayudando. Yo estaba demasiado nerviosa como para comer, y la información de Al‑Anon se me hacía un poco difícil de entender.

Escuché con asombro —¡sus historias eran peores que las mías!— Aun así, se reían de una forma que parecía amistosa y nada hiriente. ¿Cómo era posible que pudieran encontrarle humor a sus situaciones? La forma de comprenderse entre ellos y de disfrutar en la reunión encendieron un pequeño faro de esperanza en  mí esa noche. ¿Cuánto tiempo había pasado de no reírme abiertamente? Me prometí a mí misma seguir viniendo a más reuniones.

Los miembros de Al‑Anon que estaban sentados alrededor de la mesa en que yo estaba me aceptaron sin hacer preguntas. Sus conversaciones y sus risas se han quedado conmigo todo este tiempo. Siento que soy una miembro agradecida que sigue viniendo. Busco a los recién llegados para hablarles en la reunión de mi grupo base y también les sugiero que sigan viniendo.

Sherrie V. – California
Al‑Anon se enfrenta al alcoholismo 2018