Mi primera reunión de Al‑Anon me abrió los ojos, y pude ver que había otros que tenían dificultades al igual que yo. En cierto modo, había algo diferente sobre estas personas de Al‑Anon. Parecían tener paz mientras compartían sus historias personales unos con otros. Me llamaba la atención por su amabilidad y sinceridad, y yo quería lo que ellos tenían.

Mi hijo había tenido dificultades con el alcohol y las drogas. Me sentía desconsolada, e hice lo único que pensaba que podía hacer para ayudar. Traté de arreglarlo, pero las cosas solo empeoraron. Abandoné a todo el mundo, incluso a mí misma, y solamente podía concentrarme en él. Mi vida perdió todo sentido de gozo. De hecho, la vida se convirtió en algo que yo tenía que superar.

Comencé a asistir a reuniones de Al‑Anon con regularidad. No sabía que lo que estaba aprendiendo me estaba preparando para lidiar con algunas de las experiencias más dolorosas de mi vida. Debido a Al‑Anon, tuve mejores destrezas para manejar las dificultades que vinieron luego. Gracias a Al‑Anon, encontré amigos saludables a quienes podía llamar en momentos difíciles. Encontré literatura que me mantuvo enfocada y me dio paz y tranquilidad. También desarrollé un sentido de esperanza, de que las cosas iban a mejorar.

Las cosas han mejorado con mi hijo también. Nuestra relación es más saludable. Al mirar atrás, sé que las cosas que aprendí en Al‑Anon son vitalmente importantes en nuestras vidas. Antes, no podía dejar que mi hijo viviera su propia vida, aunque no pudiera ganar sus batallas por él. Para que él fuese libre, él tenía que querer esto para sí mismo cuando estuviese listo.

Gracias a Al‑Anon, ahora puedo ir a las reuniones y no solamente recibir ayuda, sino también dar ayuda y compartir mi esperanza con otras personas. Sobre todo, he aprendido en Al‑Anon que está bien que yo sea feliz y que disfrute la vida.

Por Ruth Ann B., Oklahoma
Al-Anon se enfrenta al alcoholismo 2019