Cuando entré a mi primera reunión de Al-Anon hace dos años, yo era una mujer quebrantada, aunque no lo sabía en ese entonces. Fui a la reunión porque nuestra terapeuta matrimonial lo sugirió. Esperaba aprender cómo lograr que mi esposo estuviera sobrio. Es él quien tiene el problema de la bebida, pensé, no yo. Yo creía que él eligió vivir un estilo de vida alcohólica. No parecía importarle que estuviera arruinando su vida, mi vida y nuestro matrimonio.

Durante estos últimos años, he aprendido a aceptar que el alcoholismo es una enfermedad familiar y aceptar cómo permito que esta enfermedad me afecte. Al-Anon me mostró el camino a una mejor vida a través de asistir a las reuniones y utilizar los instrumentos del programa. Además, aprendí que, cuando se trata del alcoholismo de mi ser querido, yo no lo causé, no lo puedo controlar y no lo puedo curar. Causé mi propio dolor y sufrimiento al darle a mi ser querido control sobre  mis sentimientos. Sin embargo, hoy tengo control de cómo me siento; me convierto en una persona más fuerte y más feliz al trabajar el programa de Al-Anon. También puedo controlar mis necesidades, mis deseos, mi felicidad y mi tristeza. Puedo vivir mi vida según mis estándares y confiar en mi Poder Superior y en mí misma.

Gracias a Al-Anon, estoy teniendo una transformación. Viví por años encapsulada en el alcoholismo. De pronto tengo el compromiso, la fuerza y el deseo de liberarme, vivir mi vida, crecer y sentirme serena y satisfecha. Ya no estoy quebrantada, ya no tomo a pecho todo que dice mi esposo cuando su enfermedad se enfurece. En especial, tengo esperanzas de que mi vida presente y futura continúe cumpliendo mis deseos y sueños.

Por Gwen K., Indiana

Al‑Anon se enfrenta al alcoholismo 2020