Crecí en una familia alcohólica donde el perfeccionismo y la invisibilidad eran dos de mis estrategias de defensa más importantes. Es decir, la mejor manera de evitar la crítica y la atención negativa era ser perfecta al hacer algo o no hacerlo en lo absoluto, o sea, ser invisible. Era preferible no intentar hacer nada en lugar de exponerme al ridículo y a la crítica.

Mi familia también tenía un miembro activo en el servicio militar, así que pasábamos mudándonos de un lugar a otro constantemente. Durante el periodo de vacaciones de Navidad del año en que estuve en cuarto grado, mi familia se mudó a Alemania. Estuvimos estacionados en una pequeña base en la parte noroeste del país. Yo estaba matriculada en una escuela de habla inglesa, pero de inmediato empecé a tomar clases de alemán. Para cuando nos fuimos de allí, casi cuatro años más tarde, mi vocabulario era extenso y manejaba bien la gramática apropiada. Sin embargo, nunca hablé alemán fuera de la escuela. Me negué a usar en público mis conocimientos del idioma debido al temor de no hacerlo de manera perfecta.

Una de las muchas lecciones que he aprendido en la recuperación en Al‑Anon es que mi perfeccionismo me mantiene aislada y separada de la gente porque el mismo me impide participar en la vida. Hoy día, sé que quiero tener una vida activa y vigorosa, y estoy dispuesta a asumir ciertos riesgos para hacerlo. Estos riesgos incluyen intentar, aprender y no siempre hacer las cosas exactamente bien. Sé que me siento vigorizada al estar con otras personas que tienen la misma actitud y buena voluntad.

Recientemente tuve razones para mudarme de nuevo, esta vez a Virginia Beach, Virginia. En septiembre, me convertí en la nueva Directora Adjunta – Internacional de la Oficina de Servicio Mundial. Una de mis primeras responsabilidades fue asistir a la 18.ª Reunión de Servicios Generales de Al‑Anon Internacional (RSGAI). La RSGAI es una reunión de Delegados de Al‑Anon de estructuras de todo el mundo que se reúnen para compartir sus experiencias, fomentar el crecimiento de nuevas estructuras y mantener la unidad a nivel mundial. Descubrí que estaba llena de gente como yo ―apasionada del servicio en Al‑Anon y dispuesta a asumir riesgos para participar en llevar el mensaje de recuperación―.

La gente trabajó diligentemente para comunicarse entre sí en esta reunión, donde muchos hablaban y escuchaban en un segundo idioma. Eso me recordó aquellos días temerosos de mi juventud, y el valor de todos ellos me inspiró. Así que me presenté ante una de las Delegadas alemanas en nuestra primera comida juntos, y expresé con entusiasmo: «Ich spreche ein bisschen Deutsch!» («¡Hablo un poco de alemán!») En lugar de criticar mi pronunciación imperfecta, esta miembro se sintió agradecida de encontrar a alguien que se había acercado a ella hablándole en su lengua materna. Eso la confortaba y la hacía sentirse más en casa. De eso es de lo que Al‑Anon realmente se trata: de miembros que nos acercamos a buscar consuelo el uno al otro en nuestra lengua materna. Todos entendemos el idioma de la enfermedad familiar del alcoholismo. Eso es algo en lo que todos trabajamos duro para recuperarnos en todo el mundo.

Kerri K., Directora Adjunta – Internacional
The Forum, febrero de 2017