Después del trabajo, volví a casa, al apartamento del piso 20 que compartía con mi compañero alcohólico. El apartamento tiene vista a una avenida principal de nuestra ciudad. Cuando me bajé en la parada de autobús frente a nuestro edificio, miré hacia las ventanas para ver lo que me esperaba. Si no había luces encendidas, mi compañero estaba borracho o dormido. Si había una luz, probablemente estaba en la cocina preparando una buena comida. Pero si todas las luces estaban encendidas, eso significaba que estaba tan iluminado como el apartamento.
Esos viajes en autobús eran una fuente de ansiedad, porque nunca sabía si mi velada traería soledad, una cena agradable o un caos del alcohólico. Con el tiempo, la incomodidad comenzó a infiltrarse en mis tardes cuando comenzaba a preocuparme mucho antes de terminar mi turno de trabajo. Al final, me sentía ansioso desde el momento en que entraba a la oficina y me sentía como un desastre cuando llegaba la hora de salida.
Una vez que comencé a asistir a las reuniones de Al‑Anon, aprendí a no sufrir con antelación por cosas que aún no han sucedido. Empecé a ver que preocuparme por el futuro me robaba días y semanas, pero nunca cambiaba el resultado. En cambio, si me enfocaba en «Solo por hoy» y no en mañana ni en la semana que viene, podría regresar a mi propia vida en el presente.
Un día, decidí que cuando me bajara del autobús, no miraría hacia el apartamento en absoluto. En cambio, pensaría en las compras que tenía que hacer, en si quería dar un paseo o en lo que había sucedido ese día. Decidí no anticipar nada en casa hasta que pusiera mi llave en la puerta, ya que, cualquiera que fuera la situación, aún me estaría esperando cuando llegara a casa. Varias veces a la semana, asistía a las reuniones de Al‑Anon antes de irme a casa, lo que reforzaba mi determinación de disfrutar de mí mismo.
Mi nueva perspectiva comenzó a permear mis días, a medida que me liberaba lentamente de la preocupación por lo que otra persona estaba haciendo en mi ausencia. También se extendió a mis otros tratos con el alcohólico, porque me di cuenta de que él era el rehén de una enfermedad que no podía controlar, a pesar de sus esfuerzos.
Todo eso sucedió hace mucho tiempo. El alcohólico y yo nos separamos y no le guardo ningún resentimiento. Sin embargo, hasta el día de hoy, a veces me recuerdo a mí mismo no «mirar hacia arriba» a lo que otra persona está haciendo que podría o no perturbar o complicar mi vida. Estoy demasiado ocupado viendo lo que hay aquí en el suelo, justo frente a mí, ahora mismo.
Por Tim F., Nueva York
The Forum, mayo de 2021
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