Mi viaje hacia la vida espiritual que encontré en Al‑Anon comenzó cuando era una niña pequeña que crecía en una familia alcohólica. Pero no comencé este camino hacia la recuperación hasta la mitad de mi vida, cuando me preocupé por la enfermedad de mi hija.
Cuando me criaba, yo no era feliz. Mi historia es un relato clásico de la disfunción familiar que muchos de nosotros experimentamos cuando éramos niños. El alcoholismo de mi padre nunca fue tratado y él murió prematuramente a causa de su enfermedad. Yo tampoco recibí tratamiento por los efectos de su alcoholismo en mí.
Mi vida era un camino pedregoso. Sufría de baja autoestima, me criticaba a mí misma con intensidad, tenía un sentido inflado de responsabilidad, era complaciente con los demás, sufría de pérdida de integridad y, sobre todo, tenía la necesidad de controlar. Tenía todas estas faltas y más cuando ejercí mi papel como madre de mi hija, quien luchaba con su enfermedad. Como era de esperar, la situación solo empeoró.
Fue muy difícil convencerme de los primeros tres Pasos de Al‑Anon, los cuales resaltaban mi incapacidad para manejar la enfermedad familiar del alcoholismo, así como mi necesidad de recibir la ayuda de un poder superior a mí. Mi terquedad me costó mi salud y mi carrera. Pero una vez que dejé mi autosuficiencia y comencé a trabajar en el programa de Al‑Anon, toda mi vida cambió para mejorar. La Oración de la Serenidad ha sido mi mantra todos los días. He aprendido a soltar las riendas de lo que no puedo cambiar. No tengo el poder para liberar a mi hija de su enfermedad, pero puedo hacer mi parte para curarme de la mía. Es aquí donde he centrado mi trabajo en Al‑Anon.
Mi hija ha subido y bajado la montaña rusa de su enfermedad durante 20 años, y ahora mismo está en un lugar muy malo. Pero eso solo me ha puesto más a prueba. Mi fe se fortalece cada día cuando entrego a mi hija con amor a su Poder Superior, y puedo confiar firmemente en el mío.
Mis amigos preguntan: «¿Cómo haces eso? De la forma en que lo dices, ¡parece algo tan sencillo!». Les digo que, en primer lugar, llegar hasta aquí no ha sido sencillo. He llegado a este punto solo después de años de envenenar mis relaciones más importantes con los defectos que mencioné antes. Sabía que tenía que cambiar para ser feliz. En segundo lugar, hoy elijo aceptar todo lo que sucede en mi vida incondicionalmente, con fe. Leí en alguna parte que hay dolor en la resistencia, pero no en la aceptación ni la entrega. Es mucho menos doloroso dejarse llevar y tener fe en que las cosas se desarrollan como deben. Solo tengo que salirme del medio.
Todos tenemos historias diferentes, pero lo que me ha bendecido de la vida espiritual que encontré en Al‑Anon es que siempre puedo mirar dentro de mí y encontrar paz a pesar de las tormentas que me rodean. Estoy aprendiendo a bailar bajo la lluvia.
Por Marilea R., Washington
The Forum, febrero de 2023
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