Fui a mi primera reunión de Al-Anon sintiendo mucho miedo y temor. Entre mis preocupaciones estaban: «¿A quién iría a ver allí?» y ¿Qué tal si era alguien conocido?» Cuando yo crecía, mi padre era el borracho del pueblo, y me sentía terriblemente avergonzada de eso. Si alguien de mi pueblo asistía a la reunión, se daría cuenta de que me había casado con un alcohólico. Me sentía avergonzada de que mi esposo fuera alcohólico y me sentía responsable de su bebida.

Lo que no se me ocurrió en ese momento fue que todo el mundo en la reunión estaría allí exactamente por la misma razón: sus vidas estaban afectadas por la bebida de otra persona. Yo no sabía que existía el abrigo protector del anonimato en Al-Anon. No hablamos acerca de quien asiste a las reuniones. No divulgamos lo que se discute. Eso fue un gran alivio para mí.

También fue un enorme alivio saber que no soy responsable de la bebida de mi esposo. Esa primera reunión me hizo sentir ganas de escuchar más. Al-Anon se convirtió en mi salvavidas.

Por Chris W. – Alberta, Canadá
Al-Anon se enfrenta al alcoholismo 2016