Antes de asistir a mi primera reunión de Al‑Anon, me preguntaba con frecuencia por qué las cosas suceden de la manera en que ocurren. ¿Por qué siempre parece que me estoy sacando de uno u otro lío? No puedo recordar un momento antes de Al‑Anon en el que no hubiera caos. La vida no fue fácil durante la adolescencia, pues lidiaba con acosadores en la escuela. Para otros, sus hogares eran santuarios que estaban lejos de ese abuso. Pero para mí, que vivía con un alcohólico, no era un santuario en lo absoluto. Yo llegaba a casa y era acosado por mi padre. Las mismas cosas crueles que escuchaba en la escuela las oía en mi hogar. Si tenía suerte, me escapaba a mi cuarto antes de que él empezara. El patrón de huir, junto con mi baja autoestima, me llevaron al círculo vicioso de tomar decisiones equivocadas y tener que sacarme de líos.
Recuerdo que mi mamá me decía que «contara mis bendiciones» y muchas veces no pude entender a qué bendiciones se refería. Me tomó décadas descifrarlo. Dicen que las cosas se ven mucho mejor en retrospectiva y tengo que decir que eso es totalmente cierto. Mirando hacia atrás, a todo aquel lío y caos en mi vida, puedo reflexionar acerca de las cosas positivas que me han conducido hacia donde estoy hoy. Un día me enteré de que mi esposa, quien fue a visitar a su madre, decidió que ella y los niños no iban a regresar. Devastado, respondí escapando a un lugar oscuro, lo cual resultó en un descenso de categoría en el trabajo. Este descenso fue el catalítico para que yo empacara todas mis pertenencias y guiara 2.000 millas hacia el otro lado del país para al menos tratar de ser un padre para mis hijos. Pude encontrar trabajo en Michigan y comenzar a visitar a mis hijos con regularidad.
Entonces conocí a una mujer que viajó incluso más lejos —8.500 millas de una isla en el Pacífico Sur— y quien robó mi corazón. Nuestra relación floreció y ella me presentó a su jefe, quien luego se convirtió en mi jefe, y aprendí a amar el marketing. Nos casamos y mis hijos participaron en la boda. Poco tiempo después, mi exesposa se halló en una situación en la cual ya no podía cuidar a nuestros hijos, y nos otorgaron la custodia a mi esposa y a mí. Así que me encontré con un nuevo trabajo, una nueva esposa, un nuevo bebé y a nuestros hijos mudándose con nosotros. Pensé que todo sería perfecto, pero no sabía que el caos casi consumiría a nuestra familia. Mis hijos no respetaban a mi esposa, y eso se convirtió en una batalla constante, hasta el día en el que mis dos hijos se mudaron fuera de casa.
Sin Al‑Anon, no hubiese sido posible encontrar gratitud en medio de todo ese caos. Pero, desde que asisto a las reuniones de Al‑Anon, debo darle el crédito a quien se lo merece. Me siento sumamente agradecido de que mi Poder Superior haya estado conmigo en todo momento, incluso cuando yo no sabía lo que hacía. Mi Poder Superior necesitaba que yo viajara por todo el país y que mi esposa viajara al otro lado del mundo para que pudiéramos conocernos y para que yo pudiera poner en marcha mi vida, la cual incluía una nueva carrera. Permitió que mis hijos pusieran a prueba nuestro matrimonio, y eso nos demostró que éramos inquebrantables. Con cada desafío, mi Poder Superior me dio nuevos instrumentos, incluyendo el que me condujo hasta la Oficina de Servicio Mundial. Estoy agradecido por siempre.
Por Scot P., Director Adjunto, Estrategia Digital
The Forum, noviembre de 2019