Aunque mi mente entendía que yo no debía hacer por los demás lo que ellos podían y debían hacer por sí mismos, mi corazón no podía soportar el dolor de verlos sufrir. El corazón constantemente me decía: «Quizá sea solo esta otra vez, y entonces él dejará de destruirse a sí mismo».
Finalmente, una amiga me dijo otra vez: «Si sigues suavizando el fondo, él seguirá cavando». Esta vez por fin pude escuchar el mensaje. Al no permitirle que sufriera las consecuencias de sus decisiones, estaba privando al alcohólico de la oportunidad de crecer y cambiar. Finalmente aprendí que la palabra mágica «no» es una oración completa. Las consecuencias fueron sombrías y posiblemente fatales, pero finalmente él dejó de cavar. Todavía no está en recuperación, pero está empleado y le está yendo bien. Ahora llama no solo cuando necesita algo.
Hoy día estoy ocupada viviendo mi vida y llevando el mensaje en cuanto a cuidar de mí misma. Soy la única persona a quien puedo cambiar. He aprendido a escuchar con compasión, sin sentir la necesidad de componerlo a él ni de componer a los demás. Ofrezco sugerencias únicamente cuando alguien las pide y suelto las riendas de la expectativa de que las vayan a seguir. Ahora soy libre de ser yo, y él también se siente así.
Charlotte L. – Georgia
The Forum, febrero de 2018