Cuando asistí a mi primera reunión de Al‑Anon, estaba cansada y llena de desesperación. Los últimos 18 años de vida en la enfermedad activa del alcoholismo habían cobrado su cuota. No sabía qué esperar de la reunión, pero estaba dispuesta a escuchar. Durante esa reunión, escuché a los miembros de Al‑Anon compartir alguna información básica: ir a reuniones, leer la literatura de Al‑Anon, conseguir una Madrina, utilizar a su Madrina, trabajar en los Pasos, orar y meditar diariamente, participar en el servicio y «seguir viniendo». Nada de esto realmente tenía sentido, pero decidí volver a la siguiente reunión. Eso fue hace 24 años.
Lo que descubrí con el tiempo fue que esas simples sugerencias cambiaron mi vida. Al ir a las reuniones y escuchar a otras personas compartir su experiencia, fortaleza y esperanza, me enteré de que yo no estaba sola ni era única. Otras personas habían experimentado las mismas circunstancias o circunstancias similares. Leer la literatura de Al‑Anon me brindó una comprensión de la enfermedad del alcoholismo y cómo me había afectado. Desarrollar una relación con una Madrina me ayudó a compartir abiertamente mis secretos más profundos y oscuros.
A medida que trabajaba en los Pasos, finalmente entendí cómo mis comportamientos, actitudes y percepciones afectaron mi vida de formas poco saludables. Me di cuenta de que podía cambiar al desarrollar una relación con un Dios de mi entendimiento. Mediante la oración y la meditación diarias, se me hizo más fácil soltar las riendas de mi obstinación. Al final, participé en el servicio. Llegué a apreciar la amplia influencia de Al‑Anon en todo el mundo y la importancia de seguir los principios de Al‑Anon.
Sheri S. – Kansas
The Forum, julio de 2017