La última vez que me referí a Al‑Anon fue hace unas semanas, al hablar con una cliente sobre lo que considero que es la típica situación de Al‑Anon: una mujer divorciada de unos 70 años con una hija que padecía la enfermedad del alcoholismo.
La cliente, a quien llamaré Perla, sufría constantemente de ansiedad. Madre e hija se comunicaban diariamente por medio de múltiples llamadas, mensajes de texto y correos electrónicos. Perla conducía regularmente al apartamento cercano de su hija para ver si ella había ido a trabajar. Perla aconsejaba a su hija acerca de todo. En pocas palabras, las dos se estaban volviendo locas mutuamente.
En la mente de Perla, el hecho de involucrarse excesivamente en la vida de su hija provenía de un gran temor de que ella pudiera conducir bajo los efectos del alcohol. Perla tenía muchas dificultades y traumas en su propia vida y, debido a eso, se le hacía particularmente difícil «soltar las riendas y entregárselas a Dios». Perla tenía muchos años de no haber vuelto a Al‑Anon, pero quería sentirse mejor, por lo que volvió al programa. Lo encontró útil casi de inmediato.
Al‑Anon ofrece un conjunto de destrezas enormemente eficaces que en ningún otro lugar he encontrado todavía que las enseñen tan bien: el desprendimiento. Envío personas al programa con regularidad tanto por esa destreza como por el apoyo que encuentran al estar con personas que entienden sus problemas. También les pido que lean diariamente las páginas sobre el desprendimiento en el libro Un día a la vez en Al‑Anon. Ser capaz de desprenderse y permanecer independiente es donde reside la fuente del poder. El darle vueltas a una persona alcohólica es como no jugar muy bien las cartas de la baraja que a uno le han dado.
Tengo una manera favorita de responderles a los clientes que me dicen: «Puedo hacerlo yo mismo». Imagínese que un ser querido está luchando con la adicción al alcohol. Usted se esfuerza al máximo por cambiar su comportamiento reactivo usted mismo. Donde vivo, el ferry va y viene de Cape Cod a Martha’s Vineyard varias veces al día. Imagínese el programa como si fuera el ferry —mucha gente hablando, bebiendo café y realizando el viaje con seguridad—. ¿Por qué alguien, por el contario, iría a montarse en un bote de remos para realizar el viaje por sí mismo?
Beth Wechsler, Licenciada en Trabajo Social
Clínico Independiente/Terapeuta
Mashpee, Massachusetts
Al‑Anon se enfrenta al alcoholismo 2018