Realmente no quería ir a Al‑Anon. No era para mí. No crecí en un hogar alcohólico, y no pensaba mucho en el alcoholismo de mi exnovio. Simplemente pensaba que el caos que impregnaba mi vida en familia y la relación con mi pareja era normal. ¿Cómo iba a poder distinguir entre lo que era y lo que no era normal?
Vine a Al‑Anon cuando ya no podía hacerle frente a la situación y no tenía ningún otro lugar al cual acudir. Esperaba que la puerta estuviera cerrada con llave. Quizá sabía por intuición que tendría que empezar a hacer lo que debía para superar los años de dolor y los mecanismos de defensa ineficaces que me estaban devastando.
Estoy muy contenta de que las puertas de Al‑Anon estuvieran abiertas. La gente me recibió con gusto. Estaba bien llorar. Y lo que es aún más importante es que las puertas de mi alma comenzaron a abrirse, y finalmente entendí los motivos que me causaban la ansiedad, los ataques de pánico, el dolor, el temor y la ira.
Estoy muy agradecida con Al‑Anon por presentarme una nueva oportunidad de vida.
Por Anónimo – Manitoba, Canadá
Al-Anon se enfrenta al alcoholismo 2017