Era un miércoles por la noche cuando entré a mi primera reunión de Al-Anon. El fin de semana anterior, mi hermana, que está en A.A. me había dado un libro para leer sobre los hijos adultos de alcohólicos. Yo me identifiqué con lo que decía, y mencionaba que podría encontrar ayuda en una organización llamada Al-Anon. El único requisito para ser miembro era que un familiar o amigo tuviera un problema de alcoholismo. Mi hermana había estado en A.A. por un año, y la bebida de mi padre realmente me inquietaba.
Cuando fui a esa reunión, esperaba encontrar una manera de detener la bebida de papá para poder sentirme bien y aprender el lenguaje que estaba usando mi hermana para que pudiéramos comunicarnos mejor. Lo que encontré fue un grupo de personas calurosas y acogedoras que compartían sinceramente acerca de sí mismos y sus sentimientos, lo cual era totalmente deficiente en mi vida. No obstante, sentí que había llegado a casa. Me sentí segura y no me había dado cuenta cuán insegura me había sentido anteriormente. El grupo estaba sentado en un círculo grande de sillas, y cuando alguien más entraba al salón, en vez de colocar una silla detrás del grupo, ampliaban el círculo..
Aprendí que yo estaba allí para mí y que era impotente sobre la bebida de cualquier otra persona —sin importar cuánto la amaba. Sin embargo, podía cuidarme a mí misma y estar disponible si mi padre alcohólico pedía ayuda. Los miembros me animaron a que probara seis reuniones antes de decidir si Al-Anon era para mí. Lo que permanece conmigo sobre todo es la amabilidad y seguridad que experimenté allí. Sabía que estaba allí para quedarme.
Por Leslie E., Vermont
Al‑Anon se enfrenta al alcoholismo 2020