Una amiga mía dice que en la cara de todos los miembros de Al‑Anon debería haber un holograma cada vez que un recién llegado viene a una reunión. El holograma sería una imagen de cada miembro tal como se veía en esa primera reunión. El mío mostraría el estado de desorden y pánico, tal vez con los brazos cruzados para mantener a la gente alejada. Creo que ese holograma podría consolar a las personas que entran y hacerles saber que todos hemos estado donde están ellas.

Estaba muy enojada, asustada y confundida. No creo haber venido para averiguar cómo lograr la sobriedad de un alcohólico, pues ya lo había intentado todo. Un vecino me había sugerido que ir a Al‑Anon me podría ayudar, pues yo estaba preocupada de que la locura que había visto en mi familia pudiera ser contagiosa. Yo no quería ser parte del grupo. No tenia ningún deseo de «seguir viniendo», así que le puse atención a las diferencias: Él estaba afectado por sus padres, ella por un hijo, y ustedes por una hija. Había muchas personas cuya bebida me molestaba. Las situaciones de ustedes eran diferentes. Ustedes eran diferentes. Yo no tenia cabida, y realmente no era parte del grupo. Para ser sincera, no creo haber escuchada nada en mi primera reunión sin que lo filtrara por medio de «esa no soy yo».

Volví a hablar con mi vecino, y él me comentó acerca de ponerle atención a las similitudes. Me instó a intentarlo de nuevo. Volví, y los milagros empezaron. Escuché los sentimientos, y esos eran mis sentimientos. En mi segunda reunión, concluí que ustedes han estado leyendo mi correo. Aún no quería ser parte del grupo. Aún estaba enojada, asustada y confundida; pero había otro sentimiento que nació ese día: esperanza. Descubrí que la esperanza estaba en el fondo de la Caja de Pandora de mis sentimientos.

Seguí viniendo. Fui capaz de identificar sentimientos por encima de la ira, el temor y la confusión. Fui capaz de hablar de ellos con otros miembros, y fui capaz de soltar las riendas de los mismos. Para mí, el compartir fue (y sigue siendo) quizá el instrumento más poderoso del programa de Al‑Anon. El concepto que tengo de un Poder Superior requirió mucho trabajo. Cuando escuché a los miembros compartir, ellos me dieron ideas sobre dónde tenia que ajustar mi comprensión, y escuché a mi Poder Superior en las palabras de ellos.

Seguí viniendo. Fui capaz de edificar relaciones saludables, de establecer límites y de amar incondicionalmente. Aprendí todo eso. Seguí viniendo. Empecé a transmitirles a los demás lo que me habían dado a mí para entretenerme y de forma gratuita. Al transmitirlo, lo aprendí. Realmente lo aprendí. ¡Gracias por dejar que me aliviara!

Claudia M., Arizona
The Forum, octubre de 2016