Cuando mi esposo estuvo internado en un centro de tratamiento para la adicción, su orientador me aconsejó encarecidamente que asistiera a Al‑Anon. Yo le «obedecí», pero no porque quisiera ir a una reunión. Creía que las personas que iban a Al‑Anon eran débiles porque no podían lidiar con sus problemas sin «apoyo». Creía que yo era un montón de cosas —tanto buenas como malas, pero no que fuera débil—. Sabía que si fuera emocionalmente débil, no hubiera sobrevivido después de todo el abuso que sufrí durante tantos años por parte de mi esposo alcohólico.

Hoy estoy segura de que soy fuerte. Necesitaba ser fuerte para sobrevivir todo lo que el alcoholismo le hizo a mi familia.

Entré a Al‑Anon pataleando y gritando, con la creencia de que «esa gente» no me podía ayudar. Creía que lo único que necesitaba para ser feliz y estar a salvo era que mi esposo dejara de beber; pero cuando dejó de beber, aún no era feliz y aún no me sentía segura. Me sentía llena de resentimiento, ira, temor y ansiedad que no desaparecieron repentinamente cuando él dejó de beber. La enfermedad del alcoholismo nos había causado daño a nosotros dos.

Después de algunas reuniones de Al‑Anon, me di cuenta de que los miembros de Al‑Anon eran fuertes de una forma que no me esperaba, y yo quería contar con la fortaleza que vi en ellos. Ellos habían sufrido todo el dolor y el abuso del alcoholismo, tal como me pasó a mí. Tenían las mismas heridas, y compartieron su recuperación conmigo. Podíamos ayudarnos unos a otros porque teníamos mucha experiencia en común con los efectos del alcoholismo.

Así que, a medida que continúo aliviándome, comparto mi experiencia con quienes son nuevos en Al‑Anon. Nos ayudamos unos a otros —de eso es de lo que Al‑Anon se trata—.

Por Cathy W., Michigan
Al-Anon se enfrenta al alcoholismo 2015