Tenía una larga lista de razones por las que no quería ir a una reunión de Al‑Anon. Siempre posponía mis intenciones de ir, hasta que pareció que ya no había ninguna otra opción.

Trataba de que el hogar se mantuviera funcionando de la forma más normal que se pudiera, a pesar de la bebida compulsiva de mi esposa. Tenía un trabajo a tiempo completo, y tenía que hacer las cosas que ella no podía hacer porque era incapaz de cumplir con esas responsabilidades. Los niños necesitaban
ayuda con la tarea y que los llevaran a actividades fuera de la casa. La casa siempre estaba en desorden. Había platos y ropa que lavar. Era difícil para toda la familia. Me sentía muy molesto por la condición en que mi esposa se encontraba. Hacía todo lo que pudiera por ayudarla, pero todo empeoraba.

Soy introvertido por naturaleza, no una persona «de reuniones». Toda la presión y la ansiedad adicionales hicieron que me sintiera aún más aislado y solitario. No me sentía cómodo participando en actividades «normales». Estaba demasiado preocupado con mis problemas en el hogar. No, yo no quería ir a ninguna reunión. No tenía tiempo. No me interesaba. No era para mí.

Me di cuenta de que me sentí mejor después de mi primera reunión, pero, por supuesto, no podía haberlo sabido antes de ir a mi primera reunión. Lo que me gustó de Al‑Anon era que no me presionaban para que hablara si no tenía ganas de hablar. No había nadie que me dijera lo que debía hacer, ni lo que debí haber hecho. Nadie me juzgaba, porque todos estábamos en el mismo barco. Tuve la oportunidad de escuchar a otras personas hablar de sus propias experiencias al convivir con un bebedor compulsivo, y eso me ayudó más de lo que podía haberme imaginado. Desearía haber ido a Al‑Anon mucho antes, pero en Al‑Anon he aprendido a aceptar lo que no puedo cambiar.

Por Reid R., Oregon
Al-Anon se enfrenta al alcoholismo 2015