Después de una acalorada discusión con mi esposo, finalmente pude ver la parte mía en la situación y la forma en que yo contribuía en nuestra relación alcohólica.

La semana siguiente, asistí a mi primera reunión de Al‑Anon. Entré llena de nervios en el edificio de la iglesia, y los miembros sonreían y me saludaban calurosamente diciéndome: «Nos alegra mucho que estés aquí». Escuché a los miembros expresarse con mucha sinceridad y mucho valor. Me impresionó escuchar en las historias de otras personas gran parte de lo que yo sentía. Si bien puede ser que nuestras situaciones fueran diferentes, los sentimientos que las rodeaban eran sorprendentemente parecidos.

¡No podía creer que otras personas estuvieran sufriendo las mismas dificultades que yo sufría! Esta reunión no era un grupo de personas dando quejas, sino una sala llena de personas que verdaderamente compartían su experiencia, fortaleza y esperanza.

Después de unos meses de asistir a reuniones semanales y de trabajar con una Madrina de Al‑Anon, mis seres queridos comenzaron a notar cambios en mí. Consecuentemente, los cambios ocurrieron no solo en mí sino en las personas que me rodean. Mis relaciones comenzaron a mejorar gracias a los límites saludables que estaba aprendiendo a establecer. Mi esposo incluso revitalizó su propio programa de Doce Pasos.

He aprendido no solo a que me guste mi forma de ser, sino también a amar lo que realmente soy. Cuando estoy entre mi familia de Al‑Anon, siento que verdaderamente soy yo. Después de aprender en el programa que tengo opciones, estoy agradecida de que asistir a Al‑Anon sea una de las opciones que escogí.

Holly E. – Georgia
Al‑Anon se enfrenta al alcoholismo 2018