Amar a un alcohólico es como estar en una montaña rusa. El viaje implica giros y recodos inesperados, y las cosas se pueden volver atemorizantes. Por un momento voy subiendo hasta lo alto y disfrutando de la vista, y al siguiente instante, voy bajando a nuevas profundidades. Justo cuando creo que el paseo ha llegado a su fin, pareciera que me estoy montando en otra aventura loca. A veces, las cosas están al revés, y siento ganas de vomitar o saltar del viaje.

Definitivamente es emocionante estar en la montaña rusa de la crisis y el caos ―es emocionante, dramático y entretenedor―. La experiencia logra que la adrenalina gire y me hace sentir viva. Sin embargo, la montaña rusa tiene un lado oscuro. Me olvidé de cuidar de mí misma, y descuido otras responsabilidades importantes. Puedo acostumbrarme tanto a estar en el viaje que me olvido de poner los pies sobre la tierra de vez en cuando.

Al‑Anon me ha ayudado a saber que hoy tengo la opción de decidir si me quedo en el viaje. Incluso puedo dejar el parque de atracciones si así lo elijo. Está bien tomar un descanso de la montaña rusa y recuperar el aliento.

Por Christina S., Ohio
The Forum, mayo de 2017